Domenico
Laffi escribió en el s. XVII que “este es un enclave precioso en una
hondonada entre cuatro montañas altísimas… Tiene muchos conventos, tanto de
frailes como de monjas, una gran plaza y casas bellísimas”.
Entrando por el Camino, el primer
monumento que nos recibe es la iglesia de Santiago. En su fachada norte está la
Puerta del Perdón, que solo se abre los años jacobeos. Durante siglos, los
peregrinos enfermos o lesionados que no podían llegar a Compostela, obtenían el
jubileo entrando por esta puerta, motivo por el que se conoce a Villafranca
como “Pequeña Compostela”.
Pocos metros después tenemos otro
edificio notable: el castillo-palacio de los Marqueses de Villafranca, del s.
XV.
Desde la Plaza Mayor se ven las
torres de la iglesia de San Francisco, a la que se accede subiendo unas cuantas
escaleras. Según una tradición, este templo fue fundado por San Francisco de
Asís cuando peregrinó a Santiago en 1214, aunque quizás sea más fiable la
tradición que atribuye su fundación a la reina Urraca de León en 1213.
Este templo tiene perfil gótico y
portada románica. Entre otros, en él está enterrado el escritor del
Romanticismo Enrique Gil y Carrasco (1815-1846). Su interior
tiene un interesante retablo churrigueresco de Juan de Flandes, aunque lo mejor
que tiene es su artesonado de madera policromada, decorado con motivos
vegetales y heráldicos.
Quizás el edificio más
representativo de Villafranca sea San Nicolás el Real, un imponente edificio
del s. XVII construido por la Compañía de Jesús, aunque en la actualidad
pertenece a los Padres Paúles. Recomiendo no conformarse con verlo desde abajo
y subir a ver su iglesia y el Museo de Ciencias Naturales que alberga.
Otro edificio notable es la
Colegiata de Santa María de Cluny, diseñada, para variar, por Rodrigo Gil de Hontañón. Ubicado en un bonito jardín de estilo francés llamado La Alameda, es un edificio
renacentista de piedra con la peculiaridad de tener las bóvedas y la
cúpula de pizarra. Su interior tiene interesantes retablos, esculturas y pasos
de Semana Santa, pero lo que más llama su atención es su recargado coro rococó
y la variedad de cúpulas, que hacen de este templo un sitio ideal para una
clase de arte.
Para ir acabando, quiero
recomendar el Convento de la Anunciada y la preciosa Calle del Agua, que tiene
una buena muestra de palacios de estilo genovés –uno de los cuales es la casa
natal de Gil y Carrasco– y el Convento de San José.
Aunque es imprescindible recorrerla,
quiero decir que me parece terrible que una calle con tanto patrimonio
histórico y artístico no esté peatonalizada. Es quizás el único pero que
pondría a esta preciosa localidad.
Graciñas por esta invitación a peregrinos e visitantes. Como natural da vila do Burbia poderíamos aínda dicir muito acerca do seu patrimonio natural, cultural, etnográfico máis alá do histórico e artístico, pero gustoume esta descrición.
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